Es triste cuando un familiar o un amigo nos abandona. No me gusta escribir necrológicas. La última fue cuando murió mi querido amigo Gonzalo Anes. Las que he escrito en casi cuarenta años de periodismo se pueden contar con los dedos de una mano. En esos casos, he sentido la necesidad de expresar mi recuerdo y superar la incomodidad que me produce enfrentarme a una realidad irreversible que nos acompaña desde que nacemos e intentamos ignorar.
El sábado me llamó Antonio Fernández de Buján, que es un auténtico hermano, para darme la triste noticia de que había fallecido Rafael de Mendizábal. Desde hacía días me venía informando de los problemas de salud que le aquejaban, pero esperaba que nos viéramos pronto y seguir disfrutando de sus conversaciones, su ironía y preguntarle por enésima vez si podía contar con su voto. Era un ritual divertido. Me decía que se lo iba a pensar, dejaba pasar unos segundos en silencio y me contestaba que me había dicho que sí el primer día y que no había cambiado de opinión en estos años. Tras ello me reía y seguía la larga conversación. Me gustaba escucharle. Unas veces me explicaba su experiencia en Guinea o el Sáhara, otras en la Audiencia Nacional o el Constitucional. En otras se explayaba en aspectos personales y me hablaba de su padre. Un día me llamó cuando estaba a punto de entrar en el coche y me puse a caminar por el aparcamiento del periódico hasta que me di cuenta de que llevaba más de una hora al teléfono. Los que me conocen saben que soy parco, salvo con aquellos que considero mis amigos y con los que me apetece hablar de lo divino y lo humano. Lo conocí hace bastantes años, cuando estuve en el ministerio de Administraciones Públicas, y siempre me mostró su afecto. Era un jurista extraordinario. No hay más que ver su trayectoria. Esperaba disfrutar con Antonio de su compañía. La última vez que nos vimos fue un sábado en su casa y después nos fuimos a comer los tres. Su familia pierde a una persona excepcional; el mundo del Derecho, a uno de los referentes de una época de extraordinarios juristas y los que le queríamos, a una persona de gran calidad humana.
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