Con Thomas Kuhn, Lakatos y Paul Feyerabend, el rumbo del entendimiento de las ciencias es otro. 
Observemos como Paul Feyerabend plantea el Adiós a la razón.  El mundo actual apuesta rechazar el deductismo, aunque hay autores que rechazan el inductismo como lo es Karl Raimund Popper, al afirmar que antes de los hechos, son las teorías.

La experiencia, siempre va después. Justificar el método inductivo por experiencias es inexacto, y en eso tienen razón todos los falsacionistas, porque no se puede justificar la veracidad de un método utilizando el mismo método que estamos tratando de probar. Según Popper, la experiencia no es el origen del conocimiento, pues la teoría precede a la observación. Mi postura pragmática parte de la idea que no se trata de lógica, ni de un método como bien acentúa Feyerabend en su obra contra el método, y su anarquismo epistemológico. Por eso no me preocupa las críticas de Popper al método inductivo al señalar que la inducción no es lógica. Nosotros creemos que la idea de un método que contenga principios científicos infalibles, inalterables y absolutamente obligatorios que rijan los asuntos científicos entra en serias dificultades al ser confrontada con los resultados de la investigación histórica.

La dogmática penal se fija en principios infalibles, inalterables y obligatorios propios para una sociedad disciplinaria que se nutría de imperativos y prohibiciones, eso ya es cosa del pasado. La sociedad actual es desreglamentada, desregularizada, y de emprendimiento. Por eso el quebrantamiento de una norma ya no genera castigo, per se, sino que su quebrantamiento genera desilusión, frustración, por lo que en vez de castigar es mejor disuadir, como cuando el padre le quita la Tablet al niño por todo el fin de semana ante la pérdida de una asignatura, no lo está castigando, sino disuadiendo.