La apuesta del duo Avianca-Viva Air fue del tipo de todo o nada.

Crearon una crisis en los aeropuertos de las principales ciudades país dejando a miles de pasajeros abandonados a su suerte, incitando a la revuelta y a la parálisis del sistema aeroportuario alegando que por culpa del gobierno Viva Air no podría seguir volando y, además tendría que despedir a sus 1.500 trabajadores.

La estrategia les funcionó hasta que se hizo evidente que se trataba de una trampa para poner a la Aeronáutica Civil contra la pared y distraer la atención de una investigación de la SIC por violación del régimen de competencia en el mercado aeronáutico.

Develada la trampa la atención se enfocará a como reaccionará el gobierno ante el reto.
Si, producto del chantaje, cede a las pretensiones de Avianca y Viva Air y legaliza la integración de las dos compañías hicieron por debajo de la mesa les estará dando el 60% del mercado, lo que se llama posición dominante a nivel nacional y el monopolio del servicio en unos 20 destinos.

Y ya sabemos lo que hace una empresa como Avianca no tiene una competencia fuerte con los precios de los pasajes, el cumplimiento de los itinerarios y la calidad del servicio.

Sin exagerar, el futuro del negocio aeronáutico está en las manos del gobierno de Gustavo Petro que, según dijo ayer a través de su Ministro de Transporte hará todo lo posible para proteger a los usuarios.

Ojalá que esa protección vaya mucho más allá de facilitar que quienes quedaron atrapados en los aeropuertos puedan llegar a sus destinos. Habrá que estar ojos abiertos, oídos despiertos frente a ese tema.
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