Los errores son un elemento inevitable. Los perros fallan: por mala elección de criterios, por inercias que no hemos sabido ver al iniciar los ejercicios, por cambios físicos al madurar… por mil motivos. El caso es que fallan.

Hablar de un adiestramiento sin errores es utópico, y quienes se refieren a este concepto únicamente aspiran a reducirlos a un mínimo poco significativo, que no altere la calidad general del trabajo. Pero incluso eso es demasiado ambicioso: si hablamos con los mejores entrenadores del mundo comprobamos que todos ellos, en cada uno de sus perros, han tenido que convivir con errores, que siempre les supusieron quebraderos de cabeza.

A todos cuantos entrenamos perros nos ha pasado que, cuando el perro empieza a mostrar ciertos fallos inesperados, nos tiembla el suelo bajo los pies y todas las seguridades que ofrecemos y trasmitimos a nuestros clientes se derriten, desaparecen. Lo que era claro se enturbia, lo que afirmábamos con asertividad deja de parecer consistente. Y llegan los yips. Y perdemos la dirección del entrenamiento. Y probamos de todo, incluso lo que hace ese entrenador que no nos gusta nada y sobre el que hacemos bromas socarronas. A veces, en esta ruleta de intentos nos cargamos cosas mucho mayores que aquellas que intentábamos arreglar.

Si algo es inevitable lo mejor es tener una estrategia para afrontarlo, esto no garantiza el éxito, pero sí que nos da una estructura que nos permita mantener la cabeza más fría, reducir las ideas excéntricas que nos surgen y sostenernos emocionalmente mientras trabajamos en busca de la solución. Y de algunas estrategias para resolver y gestionar los errores de forma ordenada hablaremos en este programa.