Santa Catalina de Siena fue una gran defensora de la Iglesia y del Papa, a quien consideraba el representante de Cristo en la Tierra.
Catalina escribió muchas cartas al Papa de su época, Gregorio XI, en las cuales le aconsejaba y animaba a tomar decisiones sabias y justas para el bien de la Iglesia. Incluso viajó a Aviñón, donde se encontraba la corte papal en ese momento, para pedirle al Papa que regresara a Roma y restaurara la autoridad papal sobre la ciudad.
En una ocasión, cuando algunos cardenales estaban conspirando contra el Papa, Catalina le escribió una carta en la que le decía: "No tengas miedo, dulce y amado Padre. Yo estoy contigo, y si es necesario daría mi vida por ti".