Romanos-086 Más que vencedores

14 mag 2024 · 7 min. 16 sec.
Romanos-086 Más que vencedores
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Romanos 8:31-37 Dios ha dejado claro en Su Palabra que en lo bueno y en lo malo, Él  está con nosotros. Nos predestinó, nos llamó, nos justificó, y nos glorificó....

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Romanos 8:31-37

Dios ha dejado claro en Su Palabra que en lo bueno y en lo malo, Él  está con nosotros. Nos predestinó, nos llamó, nos justificó, y nos glorificó. Y como hemos visto, en nuestra vida diaria con Él, no deja de concedernos favores de gracia y misericordia. 

Cuando éramos enemigos de Dios (Romanos 5:10-11) y esclavos del pecado (Romanos 6), nos libró, y nos dio Su Espíritu Santo para que morando en nosotros nos vivificara, y para que cuando no sepamos cómo orar, interceda por nosotros, porque “el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos,” nos dice Romanos. Cuando oramos a Dios, no en nuestras propias fuerzas, sino en el Espíritu, estamos rogándole que sea Su voluntad la que opere en nuestras vidas, porque en Su voluntad siempre salimos ganando. 

Eso es lo que Romanos 8:28 nos enseña. Viene justo detrás del pensamiento de que cuando el Espíritu Santo intercede por nosotros, la voluntad de Dios en nuestras vidas produce la obra perfecta de Dios en nosotros, de modo que la resolución de nuestra situación glorifique a aquel que nos escogió, nos llamó, nos justificó y nos cuenta ya como glorificados con Él. La glorificación es algo futuro para nosotros, mas en los ojos de Dios, el dueño del tiempo, ya ha ocurrido, porque lo que Él ha determinado, se puede dar por hecho. 

Así que “¿Qué, pues, diremos a esto?” Nos reta Pablo en Romanos 8: 31: “Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?”

Esta es una pregunta retórica, de las que no espera ser contestada porque tiene una sola respuesta: Si Dios está de nuestro lado, NADIE puede contra nosotros. Por lo que el texto reafirma: 

“El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?”

¿Acaso dudamos que Dios pueda o quiera darnos todo aquello de lo que tenemos necesidad? Si ya nos ha dado hasta a su propio hijo para salvarnos, ¿Cómo no nos dará también todas las otras cosas que a sus ojos, y a los nuestros deberían ser de menor importancia?

El apóstol continúa con preguntas retóricas para ayudarnos a contemplar al que lucha por nosotros, nuestro aliado y defensor: 

“¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Si “Dios es el que justifica”, entonces nadie puede presentar acusación válida ante el Juez. .

“¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.”

El versículo 26 nos decía que el Espíritu Santo intercede por nosotros en la oración, y aquí vemos que Cristo intercede por nosotros ante cualquier acusación del maligno. Por lo que estamos completamente y constantemente cubiertos de acusación ante el Padre. Por eso el capítulo 8 puede comenzar con la afirmación: “Ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.”

En esta condición recibimos la última pregunta: “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?”

¿Puedes anticipar la respuesta?

Exactamente: NADA ni NADIE…

Afirma el apóstol con seguridad: “Más bien (Antes), en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.” 

¿En qué cosas? En tribulación, en angustia, en persecución, en hambre o desnudez, en peligro, en espada, en todo esto, ya somos vencedores; no, más que vencedores, a través del poder de aquel que nos amó, Dios mismo. 


“Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.”

Queda claro, ¿verdad? Tenemos la victoria asegurada siempre y cuando nos enfrentemos a la vida con Dios a nuestro lado, siempre que hayamos sido reconciliadas con Dios a través de Cristo Jesús. 

Pablo les dice en el versículo 17 “Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne; porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.”

Escojamos vivir en el Espíritu por la gracia de Dios y a través de Jesucristo nuestro Señor; porque ahí nos asegura Dios que no hay condenación. Y estando de su lado descansemos en la seguridad de que no hay fuerza en este universo que pueda separarnos del amor de Dios.
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Informazioni
Autore David y Maribel
Organizzazione David y Maribel
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