Curva, hormigón y cristal. Tres constantes en la arquitectura de Oscar Niemeyer. Edificios con una estética futurista digna de película de ciencia ficción y que a la par se inspiran en algo nada ficticio: la naturaleza brasileña. Brasil y sus montes. Brasil y sus sinuosos ríos. Brasil y sus olas. Brasil y las curvas de los cuerpos de mujer tomando el sol en Copacabana, curvas esculpidas a golpe de samba. Niemeyer amaba a Brasil y Brasil amaba a Niemeyer. En sus casi 105 años de existencia, Niemeyer levantó Brasilia, la única capital contemporánea reconocida como Patrimonio de la Humanidad, le dio sede a las Naciones Unidas en Nueva York, ideó sambródomos, bibliotecas, centros culturales... La arquitectura de Niemeyer siempre tuvo un trasfondo social, reflejo de las ideas del comunista practicante que él era. Niemeyer dejó -y sigue dejando- boquiabierto al mundo y cosechó los más importantes galardones, como el Pritzker de Arquitectura y el Premio Príncipe de Asturias de las Artes. Lorena Pérez Mansillas y Paloma Gómez Marín invitan a un paseo por ese vasto y conmovedor patrimonio repartido por el planeta. Un viaje con escala obligada en Avilés, donde el veterano arquitecto, agradecido por el Príncipe de Asturias recibido, erigió el Centro Cultural Internacional Oscar Niemeyer que hoy dirige Carlos Cuadros.