Necesidad de la gracia para la lucha

3 ott 2023 · 32 min. 27 sec.
Necesidad de la gracia para la lucha
Descrizione

Mt 5,17-19: En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar...

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Mt 5,17-19: En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No penséis que he venido
a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Sí, os
lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la Ley sin
que todo suceda. Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños
y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en
cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos».
— Necesidad de la gracia para realizar el bien.
La naturaleza humana perdió, por el pecado original, el estado de santidad al que
había sido elevada por Dios y, en consecuencia, también quedó privada de la
integridad y del orden interior que poseía. Desde entonces el hombre carece de la
suficiente fortaleza en la voluntad para cumplir todos los preceptos morales que
conoce. Obrar el bien se hizo difícil después de la aparición del pecado sobre la tierra.
Y «esto es lo que explica la íntima división del hombre –enseña el Concilio Vaticano
II–. Toda la vida humana, la individual y la colectiva, se presenta como lucha, y por
cierto dramática, entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas» (Gaudium et spes, 13).
La ayuda de Dios nos es absolutamente necesaria para realizar actos encaminados a la
vida sobrenatural. No es que nosotros seamos capaces de pensar algo como propio,
sino que nuestra capacidad viene de Dios (2 Cor 3, 5). Además, tras el pecado de origen
esa ayuda se hace más necesaria. «Nadie por sí y por sus propias fuerzas se libera del
pecado y se eleva sobre sí mismo; nadie queda completamente libre de su debilidad, o
de su soledad, o de su esclavitud» (San Ireneo, Contra las herejías, 3, 15, 3); todos tenemos
necesidad de Cristo modelo, maestro, médico, liberador, salvador, vivificador (Decr. Ad
gentes, 8.). Sin Él nada podemos; con Él, lo podemos todo.
Aunque la naturaleza humana no está corrompida por el pecado de origen,
experimentamos –incluso después del Bautismo– una tendencia al mal y una
dificultad para hacer el bien: es el llamado fomes peccati o concupiscencia, que –sin
ser en sí mismo pecado– procede del pecado y al pecado se inclina (Trento, Decr. Sobre el
pecado original, 5). La misma libertad, aunque no ha sido suprimida, está debilitada.
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Autore José María Santana
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