MelP_653-2Reyes_4_30
15 mag 2024 ·
2 min. 30 sec.
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Descrizione
«Y dijo la madre del niño: Vive Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré.» (2 Reyes 4:30) La mujer sunamita vino al profeta Eliseo rota por el dolor...
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«Y dijo la madre del niño: Vive Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré.» (2 Reyes 4:30)
La mujer sunamita vino al profeta Eliseo rota por el dolor de la pérdida de su hijo. Años antes ella y su marido habían construido un aposento alto para que el profeta de Dios pudiera hospedarse con ellos en sus viajes. Eliseo había profetizado que ella y su marido tendrían un hijo, y así ocurrió. Pero el niño se enfermó y murió. Con lágrimas amargas (4:28), la pobre madre vino al encuentro con el profeta. Eliseo escuchó su petición pero iba a enviar a su siervo, tal como haría con Naamán después (5:10), pero la mujer insistió que el mismo profeta viniera. Ella formuló su petición usando las mismas palabras que Eliseo había usado en tres ocasiones distintas para contestar a Elías el día que Elías fue llevado a la presencia de Dios (ver 2 Reyes 2:2, 4, 6). Aquellas palabras cambiaron todo. Eliseo la acompañó de vuelta a la casa y allí Dios usó el profeta para resucitar al niño. Tal como la sunamita utilizó las mismas palabras de Eliseo en su petición, nosotros hacemos bien en usar las mismas palabras de Jesús en su oración al Padre. Aquella noche en Getsemaní, Jesús nos dio un patrón perfecto para la oración del creyente: no mi voluntad sino la tuya (Lucas 22:42).
En nuestras peticiones, sigamos el ejemplo de Jesús, elevando la voluntad de Dios por encima de nuestros deseos. Dios siempre contestará esta oración y el resultado será lo mejor que podríamos pedir. (David Bell)
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La mujer sunamita vino al profeta Eliseo rota por el dolor de la pérdida de su hijo. Años antes ella y su marido habían construido un aposento alto para que el profeta de Dios pudiera hospedarse con ellos en sus viajes. Eliseo había profetizado que ella y su marido tendrían un hijo, y así ocurrió. Pero el niño se enfermó y murió. Con lágrimas amargas (4:28), la pobre madre vino al encuentro con el profeta. Eliseo escuchó su petición pero iba a enviar a su siervo, tal como haría con Naamán después (5:10), pero la mujer insistió que el mismo profeta viniera. Ella formuló su petición usando las mismas palabras que Eliseo había usado en tres ocasiones distintas para contestar a Elías el día que Elías fue llevado a la presencia de Dios (ver 2 Reyes 2:2, 4, 6). Aquellas palabras cambiaron todo. Eliseo la acompañó de vuelta a la casa y allí Dios usó el profeta para resucitar al niño. Tal como la sunamita utilizó las mismas palabras de Eliseo en su petición, nosotros hacemos bien en usar las mismas palabras de Jesús en su oración al Padre. Aquella noche en Getsemaní, Jesús nos dio un patrón perfecto para la oración del creyente: no mi voluntad sino la tuya (Lucas 22:42).
En nuestras peticiones, sigamos el ejemplo de Jesús, elevando la voluntad de Dios por encima de nuestros deseos. Dios siempre contestará esta oración y el resultado será lo mejor que podríamos pedir. (David Bell)
Informazioni
Autore | David y Maribel |
Organizzazione | David y Maribel |
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