Levítico-021 Ofrendas y sacrificios
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Ofrendas y sacrificios Si eres como yo, seguramente habrás leído estos primeros capítulos de Levítico en varias ocasiones, y cada vez con la determinación de entenderlo un poco mejor, para...
mostra di piùSi eres como yo, seguramente habrás leído estos primeros capítulos de Levítico en varias ocasiones, y cada vez con la determinación de entenderlo un poco mejor, para que después de unos cuantos párrafos ya te encuentres leyendo rápidamente para llegar a otra sección. Se necesita mucha imaginación para poder ver lo que estaría haciendo exactamente el sacerdote con el animal, y mucha entereza para no sentirte algo asqueada con la imagen del sacerdote rociando sangre por el altar y manipulando las entrañas de los animales. Incluso hoy en día yo me maravillo de ver cómo un carnicero prepara la carne y pienso en lo que ocurriría en el altar diariamente.
¿Por qué necesitábamos tener nosotros el libro de Levítico? ¿Qué nos puede enseñar que sea útil para nuestras vidas hoy?
En primer lugar, podemos aprender mucho de Dios al ver el trato que tenía con su pueblo. Hemos visto el amor y misericordia de Dios desde el principio. Hemos visto vez tras vez que Dios hizo al ser humano para tener comunión con Él, y el ser humano, en los años de historia que hemos contemplado, ha dejado a Dios de lado en múltiples ocasiones. Y Dios, viendo el pecado del hombre, en lugar de acabar con ellos, ha propuesto un modo de restauración de esta comunión en cada situación. Dios quiere habitar en una relación con cada uno de nosotros.
Dios quiere que esta relación fluya en los días buenos y en los días malos; en los días en que estamos en comunión con Dios y en los días que caemos en pecado. Vemos en los primeros siete capítulos de Levítico que Dios estableció ofrendas de gratitud así como ofrendas de expiación de pecado.
Los sacrificios y ofrendas descritos en Levítico daban la oportunidad al pueblo de Israel de mantener una relación con Dios en la que no haya nada que se interponga entre el hombre y Dios.
Había oportunidad de ofrecer a Dios ofrendas para comunicar a Dios gratitud. También había ofrenda por el pecado, para venir a pedir perdón a Dios por algún pecado que impidiera una relación íntima con Dios.
Las ofrendas se tenían que traer al tabernáculo, donde los sacerdotes levitas aceptaban las ofrendas y las ofrecían a Dios conforme a las instrucciones, y llevaban a cabo los holocaustos y sacrificios.
Dios proveyó diferentes ofrendas según las posibilidades de cada persona. Los que venían a ofrecer sacrificio por el pecado, ofrecerían un cordero, y los que no podían permitirse el cordero, podían ofrecer dos palomas. Incluso los que no pudieran costear las aves podían traer ofrenda de harina. Dios quería que todos, sin importar su situación económica pudieran tener esta comunión con Dios.
Para las ofrendas de animales, el Señor especifica lo que se quemaría para el holocausto, que era la cabeza y las entrañas. Tenían que rociar la sangre alrededor del altar. Nos dice también que toda la grosura se tendría que quemar en sacrificio a Dios. Todos los detalles y diferencias entre un tipo y otro de ofrendas se me escapan. Pero me quedo con unos pensamientos que quiero compartir.
Los hebreos que practicaban estos rituales no podían estar viniendo continuamente a sacrificar, por motivos lógicos. Debían esperar a poder comprar el sacrificio y luego poder ir al tabernáculo. Mas adelante en la historia, cuando construyeran el templo, tendrían que ir hasta Jerusalem a sacrificar.
Además, un solo sacrificio no bastaba para mantener acceso abierto a Dios. Estos sacrificios se tenían que repetir periódicamente.
El sistema de sacrificios era, sin duda, un sistema de obras que representaba un sistema de gracia que Dios presentaría con la llegada de Jesucristo a la tierra. Estos sacrificios eran una representación, o como nos dice Hebreos 10:1, una “sombra de los bienes venideros.”
La carta del nuevo testamento a los Hebreos dice: “Pero en estos sacrificios cada año se hace memoria de los pecados; porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados.” 10:3-4
Los sacrificios no podían zanjar la deuda del hombre con Dios. En múltiples ocasiones a través del Antiguo Testamento Dios les recuerda que Él no se agrada en los sacrificios. ¡Qué extraño! Él estableció los sacrificios! Sin embargo, en lo que nos dice que se agrada es en que sea hecha Su voluntad.
La idea es que los sacrificios son una representación de cómo debería funcionar la relación con Dios. Dios busca una comunión continua donde no haya transgresión que se interponga entre nosotras y Dios. Eso solo llegó a ser posible en el Calvario. Dice Hebreos 10:8-13
“Sacrificio y ofrenda y holocaustos y expiaciones por el pecado no quisiste, ni te agradaron (las cuales cosas se ofrecen según la ley),
Mas Cristo dice: “He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad; quita lo primero (los sacrificios), para establecer esto último (la voluntad de Dios)
En esa voluntad somos santificadas mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre.
Nos dice el texto “Ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios.”
Es decir: ¿Cuándo se pudo dejar de hacer este tipo de ofrendas y sacrificios? Cuando Cristo ofreció el sacrificio “una vez para siempre.” Cuando nos dice que se ha sentado a la diestra de Dios es para decirnos, como exclamó Cristo en la cruz, “Consumado es”, es decir, se ha acabado. “He completado la voluntad de mi Padre.” Ahora las transgresiones del ser humano pueden ser perdonadas de una vez por todas.
¿Quiere decir esto que ya no ofendemos? Estaría bien, pero nuestra experiencia nos dice lo contrario. Ofendemos cuando hacemos ciertas cosas, y ofendemos cuando no hacemos otras. Sin duda no hemos alcanzado la perfección.
Pero tenemos la certeza de que el perdón completo está garantizado en la sangre del Cordero de Dios. Cristo ya ha pagado la deuda. Ahora podemos tener acceso directo al Padre por Él. Podemos venir a Él continuamente, para presentarle ofrenda de gratitud, o para pedir perdón por aquellas cosas que nos distancian de Él.
Somos, sin duda, personas privilegiadas. Acabo con el reto de Hebreos 10: 19-22:
“Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura. Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió.”
Disfruta esta gran verdad.
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Autore | David y Maribel |
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