Llegado el tercer mes de su enfermedad, Iván estaba postrado en la cama y ya no podía soportar más. A pesar de que los médicos le recetaban opio y le administraban morfina para aliviar su dolor, ninguno de estos tratamientos parecía funcionar. Fue entonces cuando Guerasim, el joven y saludable ayudante del mayordomo, entró en la habitación de Iván y ofreció sus servicios.Cada día, cuando Guerasim se presentaba, Iván le pedía que le elevara los pies para aliviar el dolor. Se sentía frustrado porque, cuando las personas lo visitaban, lo veían de una manera que él consideraba desagradable, tratándolo como si estuviera al borde de la muerte. Sin embargo, Iván reflexionaba que, de todos modos, todos los seres humanos enfrentarían la muerte en algún momento.


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