Jueces-056 La gota que colmó el vaso

20 mar 2023 · 6 min. 26 sec.
Jueces-056 La gota que colmó el vaso
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Hay una historia horrible en el capítulo 19 de Jueces. Un levita, que vivía en un lugar remoto de Efraín tomó como concubina una mujer de Belén. Esta, por motivos...

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Hay una historia horrible en el capítulo 19 de Jueces. Un levita, que vivía en un lugar remoto de Efraín tomó como concubina una mujer de Belén. Esta, por motivos que el texto no especifica, lo dejó y se volvió a casa de su padre a Belén. Este hombre levita salió a buscarla, y el padre de esta lo recibió con alegría y lo acogió unos días. Cuando por fin llegó el momento de marcharse, iniciaron su viaje un poco tarde, así que tuvieron que parar a hacer noche. Eligieron la ciudad israelita de Gabaa, en el territorio de Benjamín, pensando que así estarían más seguros. Ya de noche, nos narra el texto que los hombres del pueblo llegaron a la puerta de la casa donde estaban alojados, e insistían en que saliera el levita que estaba hospedado ahí para conocerlo. Estos hombres, nos da a entender el texto, querían abusar sexualmente del viajero. Este tipo de actividad vimos que se practicaba en Sodoma y Gomorra, donde algo similar ocurrió a los mensajeros que fueron a casa de Lot. Tal abominación estaba ocurriendo en las ciudades del pueblo de Dios. Este hombre levita, al ver la violencia e intenciones claras de estos hombres de Gabaa, les echó a su concubina, aquella a por la cual había venido a buscar amorosamente. ¿Cómo es posible? Me pregunto yo. ¿Qué tipo de hombre se defiende exponiendo a su amada?

Estos hombres de Gabaa abusaron de ella de tal modo que a la madrugada ya, el levita abrió la puerta y la encontró ahí sin vida. La tomó, se fue a su casa, y denunció el horrendo crimen enviando partes de la víctima a cada tribu de Israel.


Nos dice el texto en Jueces 20 que “Entonces todo el pueblo, como un solo hombre, se levantó, y dijeron: Ninguno de nosotros irá a su tienda, ni volverá ninguno de nosotros a su casa.”

Las tribus indignadas, se levantaron a una para confrontar a la tribu de Benjamín y pedirles que les entregaran a los hombres que habían cometido tal aberración.

Dice el texto:

“se juntaron todos los hombres de Israel contra la ciudad, ligados como un solo hombre. Y las tribus de Israel enviaron varones por toda la tribu de Benjamín, diciendo: ¿Qué maldad es esta que ha sido hecha entre vosotros? Entregad, pues, ahora a aquellos hombres perversos que están en Gabaa”

Pero Jueces 20:13 nos narra la triste reacción: “Mas los de Benjamín no quisieron oír la voz de sus hermanos los hijos de Israel,”

Como los de Benjamín no trataron el problema, las otras tribus se unieron contra ellos. Esta fue la gota que colmó el vaso. Este fue el suceso que los de Israel no pudieron consentir.

Cuando observo lo que está ocurriendo en la sociedad presente, me pregunto, como el salmista preguntaba: ¿Hasta cuándo, oh Señor?


¿Cuán lejos hemos de llegar para calificar algo como “demasiado malo para consentir”? ¿Cuánta inmoralidad se puede permitir? ¿Cuánta violencia? ¿Cuánta injusticia? ¿Qué tendría que ocurrir para que la sociedad respondiera unánime contra la maldad en el mundo?

Creo que se esperamos un suceso tan horrendo contra el cual todos respondan para demandar justicia y santidad, puede que tenga que ocurrir algo muy gordo. Pienso en la historia reciente, los genocidios, las guerras, los ataques terroristas, los millones de niños muertos, etc. ¿Tan lejos hay que llegar? La decadencia de la sociedad no ha tocado fondo.

Pero ¿qué tal si lo pensamos a modo más reducido? Quizás lo podemos considerar individualmente. ¿Cuánto consiento yo en mi vida antes de darme cuenta de que estoy haciendo mal y que tengo que rectificar? ¿Hasta donde estoy dispuesta a llegar en el camino que me aleja de la santidad que Dios quiere de mí? ¿Consiento pecados que al compararme con otros parecen insignificantes? Quizás deba parar y compararme con la santidad de Dios, y no consentir pensamientos, actitudes ni actividades en mi vida que Dios considera impuros.

“El salmista pedía: Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón;
Pruébame y conoce mis pensamientos;
Y ve si hay en mí camino de perversidad,
Y guíame en el camino eterno.”
Salmo 139: 23-24

Si nos juzgamos a nosotras mismas, y pedimos al Señor que nos examine y nos muestre aquellas cosas que debemos cambiar, no tendremos que preocuparnos por la gota que colmará el vaso. Mucho mejor disfrutar el ser llenas del Espíritu de Dios, porque la Palabra nos dice que contra la abundancia del fruto del Espíritu no hay ley.” (Gálatas 5:23-25)
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Autore David y Maribel
Organizzazione David y Maribel
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