Gálatas-119 Una alegoría
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Una alegoría En el corazón de la epístola a los Gálatas, Pablo presenta una alegoría que captura la esencia del mensaje de Gálatas. Dios había hecho pacto con Abraham en...
mostra di piùEn el corazón de la epístola a los Gálatas, Pablo presenta una alegoría que captura la esencia del mensaje de Gálatas.
Dios había hecho pacto con Abraham en el desierto. En el capítulo 3 de Gálatas leemos cómo Abraham había mostrado su fe en Dios, confirmando que la justicia de Abraham era por la fe, y no por las obras. Abraham había recibido la promesa de que él y Sara tendrían un hijo, a través del cual vendría el Salvador. Mientras esperaban, se desesperaron, y pensando que igual no debían interpretar la promesa de Dios literalmente, decidieron que Abraham tuviera un hijo con Agar, la sierva de Sara. Así, Abraham tuvo un hijo con Agar, y lo llamó Ismael. Agar, viéndose la madre del heredero de Abraham, comenzó a despreciar a Sara, su señora. Fue así que Agar fue enviada lejos. Mas Dios atendió a la oración de Agar, y esta volvió y habitó en con ellos, y dio a luz a Ismael. Pasados unos años, Dios hizo que Sara concibiera un hijo de Abraham, Isaac, el hijo de la promesa. Este pequeño llegó al mundo cuando Ismael ya tenía unos 13 años. De repente, Agar e Ismael, pasaron a un segundo plano, ya que quedaba claro que Isaac era en realidad ese hijo prometido. Sin embargo, leemos en Génesis 21 que Ismael, el hermano mayor, al ir creciendo Isaac, contínuamente se metía con él y se burlaba. Sara sufría viendo la situación, y pidió que Abraham enviara a Ismael y Agar lejos de ahí. A Abraham no le parecía bien esta acción, mas consultando con Dios sobre el asunto, Dios le dio paz de que Él mismo cuidaría de Agar e Ismael, y que así protegería a Isaac, el hijo de la promesa.
Muchos siglos más tarde, en esta carta de Pablo a los Gálatas, encontramos una alegoría que nos llama la atención. Pablo, al explicar que la ciudadanía que importa es la celestial, nos presenta una alegoría basada en esta historia. Leemos en Gálatas 4:21
“Decidme, los que queréis estar bajo la ley: ¿no habéis oído la ley?
Porque está escrito que Abraham tuvo dos hijos; uno de la esclava, el otro de la libre.
Pero el de la esclava nació según la carne; mas el de la libre, por la promesa.
Lo cual es una alegoría, pues estas mujeres son los dos pactos; el uno proviene del monte Sinaí, el cual da hijos para esclavitud; éste es Agar.
Porque Agar es el monte Sinaí en Arabia, y corresponde a la Jerusalén actual, pues ésta, junto con sus hijos, está en esclavitud.
Mas la Jerusalén de arriba, la cual es madre de todos nosotros, es libre.
Porque está escrito:
Regocíjate, oh estéril, tú que no das a luz;
Prorrumpe en júbilo y clama, tú que no tienes dolores de parto;
Porque más son los hijos de la desolada, que de la que tiene marido. m
Así que, hermanos, nosotros, como Isaac, somos hijos de la promesa.
Pero como entonces el que había nacido según la carne perseguía al que había nacido según el Espíritu, así también ahora.
Mas ¿qué dice la Escritura? Echa fuera a la esclava y a su hijo, porque no heredará el hijo de la esclava con el hijo de la libre.
De manera, hermanos, que no somos hijos de la esclava, sino de la libre.”
Curiosamente, en esta alegoría, el pueblo étnico de los judíos viene representado, no por Isaac, el hijo de la promesa, sino por Ismael, el hijo de Agar, la sierva. Este era hijo en la carne, nacido de la esclava. Así el pueblo judío que había rechazado a Jesús, el pueblo que habitaba la zona de Jerusalén en este momento, en el monte Sinaí, era el hijo de la esclava, mientras que todos los que hemos creído en Cristo y hemos sido nacidos de nuevo en el Espíritu, estamos representados en la alegoría por Isaac, el hijo de la libre. Para nosotros, como para Isaac, es la promesa. Nosotros, como Isaac, podemos confiar en que nada ni nadie nos podrá privar de aquello que Dios nos ha concedido. Los que cuestionaban la promesa a los creyentes, no tenían esperanza de victoria. Dios siempre ha protegido a los suyos.
Al continuar leyendo las otras cartas de Pablo a los creyentes, descansemos en la certeza de que la Jerusalén de arriba nos espera, y ahora ya podemos disfrutar de la libertad que Cristo ha provisto, viviendo en el Espíritu.
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Autore | David y Maribel |
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