Evangelio Del Día Viernes 13 de Enero | Necesitamos Sanación | Hoy en Oración
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Evangelio Diario LITURGIA - 13 DE ENERO DE 2023 Ciclo A - Año I - Color Verde I Semana del Tiempo Ordinario Liturgia de las Horas Tomo I I Semana...
mostra di piùLITURGIA - 13 DE ENERO DE 2023
Ciclo A - Año I - Color Verde
I Semana del Tiempo Ordinario
Liturgia de las Horas Tomo I
I Semana del Salterio
Primera Lectura Hebreos 4, 1-5. 11
Salmo 77
Evangelio Marcos 2, 1-12
“Hijo, tus pecados te son perdonados”
PALABRAS DEL SANTO PADRE
La salud física es un don que debemos custodiar. Pero el Señor nos enseña que también debemos custodiar la salud del corazón, la salud espiritual. Hay aquí una palabra de Jesús que quizás nos ayude: "Hijo, tus pecados están perdonados". ¿Estamos acostumbrados a pensar en esta medicina del perdón de nuestros pecados, de nuestros errores? ¿Nos preguntamos si tenemos que pedirle perdón a Dios por algo? "Sí, sí, sí, en general, todos somos pecadores"; pero así la cuestión se diluye y pierde fuerza, esa fuerza de profecía que Jesús tiene cuando va a lo esencial. Hoy Jesús nos dice a cada uno de nosotros: "Quiero perdonar tus pecados". Es algo sencillo que Jesús nos enseña cuando va a lo esencial. Lo esencial es la salud, toda: la del cuerpo y la del alma. Custodiemos bien la salud del cuerpo, pero también la del alma. Y vayamos a ese Médico que puede curarnos, que puede perdonar nuestros pecados. Jesús vino para esto, dio su vida por esto. (Homilía Santa Marta del 17 de enero de 2020)
REFLEXIÓN DEL EVANGELIO DE HOY (Dña. Micaela Bunes Portillo OP)
Compartir el descanso de Dios
Sorprenden muchas cosas en este pasaje de la Carta a los Hebreros. Destacamos dos de ellas. La primera es la referencia a la cólera de Dios extraída del salmo 94 y la segunda, el cuestionamiento del cansancio humano, las dudas e incertidumbres que se ciernen sobre la verdadera utilidad de nuestro esfuerzo al estar la obra concluida desde el principio. Los libros sapienciales nos informan, también el profeta Isaías, sobre esta paradójica circunstancia que nos invita a reflexionar sobre nuestros propios afanes, sobre las tareas que nos imponemos o se nos imponen dentro de este nuevo orden mundano apartado de la voluntad de Dios, y recordamos el descanso de Dios narrado en el libro del Génesis, el verdadero descanso del amor que contempla complacido la bondad y la belleza de lo creado.
¿Y si nos atreviéramos a compartir el descanso de Dios contemplando su obra, evitando la tentación de intervenir ofreciendo nuestras propias alternativas o realizando innecesarios esfuerzos? ¿Y si nos atrevemos a vivir como el que danza confiado, aligerando el peso, la gravedad con la que recibimos, con más miedo que gratitud, el don de la Vida?
No olvidar las acciones de Dios es nuestra súplica, el deseo que se eleva desde nuestro corazón como respuesta al salmo 77.
La audacia del amor que perdona
El evangelio de Marcos nos invita a entrar en la casa de Jesús en Cafarnaúm. Nadie quiere quedarse fuera y se agolpa el gentío en la puerta. Cuando una puerta se bloquea, se abre una ventana. En este caso, la ventana se abrió por el tejado y la abrieron quienes creían que Jesús podía curar a un amigo. Admiramos la fortaleza del amor y su determinación en la búsqueda del bien que nos orienta más allá de la razón, transformándonos en seres hábiles y creativos. La audacia del amor es esa energía de alta frecuencia que traspasa muros y techumbres.
Jesús admira el esfuerzo, conoce a los que irrumpen de esta manera y ofrece al enfermo el perdón, volviendo a desconcertar a los presentes. Solo puede perdonar el que ama y es el poder del amor el que se materializa en la curación del paralítico, el milagro que todos presencian quedando nuevamente confundidos.
Me pregunto si el perdón está a nuestro alcance, si podemos realmente perdonar o solo acoger el perdón. Acoger el perdón es vivir la propia fragilidad con esperanza. El amor es paciente, no vengativo, es audaz y fue la audacia del amor la que permitió que el paralítico recobrara la salud. También permitió que recuperaran el sentido, momentáneamente al menos, todos los descreídos que presenciaban el acontecimiento. Se trata de recuperar esa capacidad de asombro y la lucidez que nos hacen estar activamente presentes ante el milagro cotidiano que nos ofrece la Vida.
A todos nosotros, como a los escribas, nos da Jesús la oportunidad, no solo de contemplar, sino de dejarnos arrastrar por la extraordinaria experiencia del amor que perdona.
LECTURA DEL DÍA
De la Carta a los hebreos (Heb 4, 1-5. 11)
Hermanos: Mientras está en pie la promesa de entrar en el descanso de Dios, tengamos cuidado, no sea que alguno se quede fuera. Porque a nosotros también se nos ha anunciado este mensaje de salvación, lo mismo que a los israelitas en el desierto; pero a ellos no les sirvió de nada oírlo, porque no lo recibieron con fe. En cambio, nosotros, que hemos creído, ciertamente entraremos en aquel descanso al que se refería el Señor cuando dijo: Por eso juré en mi cólera que no entrarían en mi descanso.
Los trabajos de Dios terminaron con la creación del mundo, ya que, al hablar del séptimo día, la Escritura dice que Dios descansó de todos sus trabajos el día séptimo; y en el pasaje del que estamos hablando, afirma que no entrarían en su descanso.
Apresurémonos, pues, a entrar en ese descanso; no sea que alguno caiga en la infidelidad, como les sucedió a los israelitas.
EVANGELIO DEL DÍA
Del Evangelio según san Marcos (Mc 2,1-12)
Cuando Jesús volvió a Cafarnaúm, corrió la voz de que estaba en casa, y muy pronto se aglomeró tanta gente, que ya no había sitio frente a la puerta. Mientras Él enseñaba su doctrina, le quisieron presentar a un paralítico, que iban cargando entre cuatro. Pero como no podían acercarse a Jesús por la cantidad de gente, quitaron parte del techo, encima de donde estaba Jesús, y por el agujero bajaron al enfermo en una camilla.
Viendo Jesús la fe de aquellos hombres, le dijo al paralítico: “Hijo, tus pecados te quedan perdonados”. Algunos escribas que estaban allí sentados comenzaron a pensar: “¿Por qué habla éste así? Eso es una blasfemia. ¿Quién puede perdonar los pecados sino sólo Dios?”
Conociendo Jesús lo que estaban pensando, les dijo: “¿Por qué piensan así? ¿Qué es más fácil, decirle al paralítico: ‘Tus pecados te son perdonados’ o decirle: ‘Levántate, recoge tu camilla y vete a tu casa’? Pues para que sepan que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados – le dijo al paralítico –: Yo te lo mando: levántate, recoge tu camilla y vete a tu casa”.
El hombre se levantó inmediatamente, recogió su camilla y salió de allí a la vista de todos, que se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo: “¡Nunca habíamos visto cosa igual!”
Oración
Señor, me impresiona contemplar lo maravillosamente fiel que eres, cómo, a pesar de tantas fallas, idas y venidas hacia ti, tú permaneces y tu amor no cambia; no puedo decir lo mismo de mí, pues tú y yo sabemos que constantemente caigo, muchas veces consciente, o inconscientemente, prefiero otras cosas en vez de ti, Dios inmutable y amoroso. Enséñame a permanecer, enséñame a ser como tú, sé que siéndote fiel no fallaré en ningún sentido, lléname con tu Espíritu para que eso sea posible, pues no podría hacerlo de otro modo.
Acción
Hoy ofreceré algún sacrificio por cada cosa, pequeña o grande, en la que reconozca que durante el día le he sido infiel a Dios.
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