Evangelio Del Día Sábado 8 de Octubre | Has Olvidado Demostrar Tu Amor | Hoy en Oración
8 ott 2022 ·
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Evangelio Diario LITURGIA - 08 DE OCTUBRE DE 2022 Ciclo C - Año II - Color Verde XXVII Semana del Tiempo Ordinario Liturgia de las Horas Tomo II III Semana...
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Evangelio Diario
LITURGIA - 08 DE OCTUBRE DE 2022
Ciclo C - Año II - Color Verde
XXVII Semana del Tiempo Ordinario
Liturgia de las Horas Tomo II
III Semana del Salterio
Primera Lectura Gálatas 3, 21-29
Salmo 104
Evangelio Lucas 11, 27-28
“Bienaventurados los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen”
Reflexión del Evangelio de hoy (Fray Juan Manuel Martínez Corral O.P.)
Pues todos sois Hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús
Pablo con sus escritos a las distintas comunidades trata de que se profundice en la esencia del cristianismo. Esa necesidad que tiene todo discípulo de hacerse semejante al maestro. En este caso concreto, revestirnos de Cristo, tomar la forma del mismo Cristo: “Cristificarnos”. Hasta ese momento de la Encarnación, del recibir al Dios-con-nosotros, andábamos bajo el peso de la Ley. Este Jesús se muestra como Camino, Verdad y Vida. Puerta que nos abre hacia la salvación y nos hace ser hijos de Dios, cada vez que lo acogemos con sinceridad de corazón. No hay distinción de razas, lenguas, pueblos, tribus: Hijos de Dios.
Y este Jesús que se hace humano tiene también una inquietud constante mostrarnos su proyecto de Reino. Ese proyecto va rompiendo esquemas mentales, va rompiendo las cadenas que ha provocado un cumplimiento de la Ley vacío y seco. Lo vemos en muchos ejemplos en los evangelios: «Habéis oído que se dijo: “Ojo por ojo, diente por diente”... Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial» (Mt 5,38-45). «Jesús les dijo: «Os voy a hacer una pregunta: ¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer el bien o el mal, salvar una vida o destruirla?» (Lc 6,9). Ahora toca vivir centrados en la enseñanza de Jesús, su forma, sus acciones, su proyecto vital que humaniza y libera de todo aquello que nos encadena y nos lleva a la muerte.
Bienaventurados los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen
El pasaje del evangelio de hoy, aunque breve, nos invita a una clave importante en el seguimiento de Jesús, como lo es la escucha de la Palabra de Dios. Mandato imprescindible para los que se quieren iniciar en algo, incluso para aquellos que se tienen por doctos, aunque tengas muchas ansias de lanzarte a la acción: “Escucha” como principio de sabiduría. Así recuerda Dios al pueblo elegido: «Escucha, Israel: El Señor es nuestro Dios, el Señor es uno solo. Amarás, pues, al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas» (Dt 6,4-5).
La enseñanza que quiere marcar hoy el Maestro de Nazaret a su discipulado va directa al interior de la persona como un imperativo: “Escucha”. El seguidor de Jesús necesita de esa quietud. Párate un poco. Busca ese momento vital y para un poco la vida, haz silencio, deja de lado el correr de la agenda, de lo inmediato y llénate de Dios. Deja que la Palabra de Dios, llegue a la esencia de tu interior. Deja que esa Palabra de Dios hable en lo profundo de tu corazón. Deja que el Mandato de vivir en el amor abrase todo tu ser. De ese modo, la Palabra de Dios saldrá hacia fuera como respuesta comprometida. De ese modo ya no habrá excusas, no habrá medias tintas, no habrá miedos, no habrá faltas de caridad… La fuerza de la Palabra de Dios rebosará con fuerza en tu corazón y obrarás coherentemente.
Jesús ante ese “piropo” que le lanzan, le da un sentido más amplio y más profundo. De hecho, podemos tomar como ejemplo la actitud en María, “Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te criaron”, en ella se cumple perfectamente esa nueva categoría de bienaventuranza de ser: “dichoso”, que plantea Cristo. María en su vida terrena no se vio privada de dudas, incertidumbres, obstáculos o espadas que atraviesan su ser por completo. Sin embargo, eso no la paralizó, sino que hizo de la Palabra de Dios su escudo y fortaleza: «Hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38).
¡Aquí estoy! Como respuesta al plan de Dios en mi vida, se convierte en el modelo del discipulado. Que nos invita: Escucha la Palabra de Dios, interiorízala, rúmiala, hazla tuya. De ese modo germinará en tu interior la luz, la fuerza, el amor y la vida de esa Palabra.
Bienaventurado es aquel que es capaz de escuchar la Palabra de Dios y hacer de ella el estandarte de su vida. La escucha de la Palabra y su acogida te lleva a luchar contra las contrariedades que se presentan en la vida. Esa escucha de la Palabra de Dios es la lámpara que acompaña tu historia personal y alumbra las sombras de muerte que en tantas ocasiones nos vemos sumergidos. La escucha y la rumia de la Palabra de Dios deja un poso de sabiduría en el interior de tu corazón para que sepas discernir con acierto las riendas de tu existir. La escucha y contemplación de la Palabra de Dios es lo que te lleva a amar a Dios y al prójimo, a romper las asperezas que se presentan en las relaciones humanas. Bienaventurado si eres capaz de contemplar la Palabra de Dios, ese camino te lleva a la felicidad.
LECTURA DEL DÍA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas
Gal 3, 21-29
Hermanos: Si la ley dada por medio de Moisés fuera capaz de dar la vida, su cumplimiento bastaría para hacer justos a los hombres. Pero, en realidad, la ley escrita aprisionó a todos bajo el pecado para que, por medio de la fe en Jesucristo, los creyentes pudieran recibir los bienes prometidos.
Antes de que llegara la etapa de la fe, estábamos presos y bajo la custodia de la ley, en espera de la fe que estaba a punto de manifestarse. De modo que la ley se hizo cargo de nosotros, como si fuéramos niños, para conducirnos a Cristo, a fin de que fuéramos justificados por la fe. Pero una vez que la fe ha llegado, ya no estamos sujetos a la ley.
Así pues, todos ustedes son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús, pues, cuantos han sido incorporados a Cristo por medio del bautismo, se han revestido de Cristo. Ya no existe diferencia entre judíos y no judíos, entre esclavos y libres, entre varón y mujer, porque todos ustedes son uno en Cristo Jesús. Y si ustedes son de Cristo, son también descendientes de Abraham y la herencia que Dios le prometió les corresponde a ustedes.
EVANGELIO DEL DÍA
Lectura del santo evangelio según san Lucas
Lc 11, 27-28
En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a la multitud, una mujer del pueblo, gritando, le dijo: “¡Dichosa la mujer que te llevó en su seno y cuyos pechos te amamantaron!” Pero Jesús le respondió: “Dichosos todavía más los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica”.
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LITURGIA - 08 DE OCTUBRE DE 2022
Ciclo C - Año II - Color Verde
XXVII Semana del Tiempo Ordinario
Liturgia de las Horas Tomo II
III Semana del Salterio
Primera Lectura Gálatas 3, 21-29
Salmo 104
Evangelio Lucas 11, 27-28
“Bienaventurados los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen”
Reflexión del Evangelio de hoy (Fray Juan Manuel Martínez Corral O.P.)
Pues todos sois Hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús
Pablo con sus escritos a las distintas comunidades trata de que se profundice en la esencia del cristianismo. Esa necesidad que tiene todo discípulo de hacerse semejante al maestro. En este caso concreto, revestirnos de Cristo, tomar la forma del mismo Cristo: “Cristificarnos”. Hasta ese momento de la Encarnación, del recibir al Dios-con-nosotros, andábamos bajo el peso de la Ley. Este Jesús se muestra como Camino, Verdad y Vida. Puerta que nos abre hacia la salvación y nos hace ser hijos de Dios, cada vez que lo acogemos con sinceridad de corazón. No hay distinción de razas, lenguas, pueblos, tribus: Hijos de Dios.
Y este Jesús que se hace humano tiene también una inquietud constante mostrarnos su proyecto de Reino. Ese proyecto va rompiendo esquemas mentales, va rompiendo las cadenas que ha provocado un cumplimiento de la Ley vacío y seco. Lo vemos en muchos ejemplos en los evangelios: «Habéis oído que se dijo: “Ojo por ojo, diente por diente”... Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial» (Mt 5,38-45). «Jesús les dijo: «Os voy a hacer una pregunta: ¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer el bien o el mal, salvar una vida o destruirla?» (Lc 6,9). Ahora toca vivir centrados en la enseñanza de Jesús, su forma, sus acciones, su proyecto vital que humaniza y libera de todo aquello que nos encadena y nos lleva a la muerte.
Bienaventurados los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen
El pasaje del evangelio de hoy, aunque breve, nos invita a una clave importante en el seguimiento de Jesús, como lo es la escucha de la Palabra de Dios. Mandato imprescindible para los que se quieren iniciar en algo, incluso para aquellos que se tienen por doctos, aunque tengas muchas ansias de lanzarte a la acción: “Escucha” como principio de sabiduría. Así recuerda Dios al pueblo elegido: «Escucha, Israel: El Señor es nuestro Dios, el Señor es uno solo. Amarás, pues, al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas» (Dt 6,4-5).
La enseñanza que quiere marcar hoy el Maestro de Nazaret a su discipulado va directa al interior de la persona como un imperativo: “Escucha”. El seguidor de Jesús necesita de esa quietud. Párate un poco. Busca ese momento vital y para un poco la vida, haz silencio, deja de lado el correr de la agenda, de lo inmediato y llénate de Dios. Deja que la Palabra de Dios, llegue a la esencia de tu interior. Deja que esa Palabra de Dios hable en lo profundo de tu corazón. Deja que el Mandato de vivir en el amor abrase todo tu ser. De ese modo, la Palabra de Dios saldrá hacia fuera como respuesta comprometida. De ese modo ya no habrá excusas, no habrá medias tintas, no habrá miedos, no habrá faltas de caridad… La fuerza de la Palabra de Dios rebosará con fuerza en tu corazón y obrarás coherentemente.
Jesús ante ese “piropo” que le lanzan, le da un sentido más amplio y más profundo. De hecho, podemos tomar como ejemplo la actitud en María, “Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te criaron”, en ella se cumple perfectamente esa nueva categoría de bienaventuranza de ser: “dichoso”, que plantea Cristo. María en su vida terrena no se vio privada de dudas, incertidumbres, obstáculos o espadas que atraviesan su ser por completo. Sin embargo, eso no la paralizó, sino que hizo de la Palabra de Dios su escudo y fortaleza: «Hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38).
¡Aquí estoy! Como respuesta al plan de Dios en mi vida, se convierte en el modelo del discipulado. Que nos invita: Escucha la Palabra de Dios, interiorízala, rúmiala, hazla tuya. De ese modo germinará en tu interior la luz, la fuerza, el amor y la vida de esa Palabra.
Bienaventurado es aquel que es capaz de escuchar la Palabra de Dios y hacer de ella el estandarte de su vida. La escucha de la Palabra y su acogida te lleva a luchar contra las contrariedades que se presentan en la vida. Esa escucha de la Palabra de Dios es la lámpara que acompaña tu historia personal y alumbra las sombras de muerte que en tantas ocasiones nos vemos sumergidos. La escucha y la rumia de la Palabra de Dios deja un poso de sabiduría en el interior de tu corazón para que sepas discernir con acierto las riendas de tu existir. La escucha y contemplación de la Palabra de Dios es lo que te lleva a amar a Dios y al prójimo, a romper las asperezas que se presentan en las relaciones humanas. Bienaventurado si eres capaz de contemplar la Palabra de Dios, ese camino te lleva a la felicidad.
LECTURA DEL DÍA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas
Gal 3, 21-29
Hermanos: Si la ley dada por medio de Moisés fuera capaz de dar la vida, su cumplimiento bastaría para hacer justos a los hombres. Pero, en realidad, la ley escrita aprisionó a todos bajo el pecado para que, por medio de la fe en Jesucristo, los creyentes pudieran recibir los bienes prometidos.
Antes de que llegara la etapa de la fe, estábamos presos y bajo la custodia de la ley, en espera de la fe que estaba a punto de manifestarse. De modo que la ley se hizo cargo de nosotros, como si fuéramos niños, para conducirnos a Cristo, a fin de que fuéramos justificados por la fe. Pero una vez que la fe ha llegado, ya no estamos sujetos a la ley.
Así pues, todos ustedes son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús, pues, cuantos han sido incorporados a Cristo por medio del bautismo, se han revestido de Cristo. Ya no existe diferencia entre judíos y no judíos, entre esclavos y libres, entre varón y mujer, porque todos ustedes son uno en Cristo Jesús. Y si ustedes son de Cristo, son también descendientes de Abraham y la herencia que Dios le prometió les corresponde a ustedes.
EVANGELIO DEL DÍA
Lectura del santo evangelio según san Lucas
Lc 11, 27-28
En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a la multitud, una mujer del pueblo, gritando, le dijo: “¡Dichosa la mujer que te llevó en su seno y cuyos pechos te amamantaron!” Pero Jesús le respondió: “Dichosos todavía más los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica”.
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