La historia de la persecución de las brujas es una historia que va mucho más allá de imágenes folclóricas que suelen esgrimirse de ancianas suspicaces arriba de sus escobas. Todos los símbolos podrían deconstruirse para inteligir la densidad social de aquello que se estaba reprimiendo cuando se las persiguió sistemáticamente. La brujería no fue una práctica esotérica, sino un saber díscolo, disonante, irreverente, rebelde, respecto de los reconocidos oficialmente. ‘Herejía’ tiene la misma raíz que ‘heterodoxia’, nos dice Ierardo, y precisamente es en esa dimensión que la brujería en la edad media construye sentido, sanaciones, tramas relacionales e incluso transmisiones culturales de profunda relevancia social, que devenían una práctica totalmente ‘otra’ respecto de las cosmovisiones hegemónicas. Hibridar los saberes de hoy con aquellos que fueron borrados por la historia, es una tarea urgente -hoy más que nunca-.