Uno de los grandes nudos que se desatan en la revolución de la independencia fue la fascinante cuestión de dónde reposa en modo último el poder de la comunidad. La soberanía popular como principio no fue algo caído del cielo u otorgado por alguna deidad. Las distintas posiciones políticas en aquellos momentos, giraron en torno a interpretaciones divergentes sobre la autoridad decisiva, y la participación popular fue tomando un impulso que finalmente explicarían la figura de la emancipación con tonalidades que marcaron, singularmente, lo que aquí se fue armando como Patria. Con fracasos y victorias, con heroicidades anónimas y fulguraciones fugaces de algunos arrojos colectivos que no suelen ser traídos a la palestra de lo que se cuenta. A fin de cuentas, la independencia tuvo una gran batalla, cuerpo a cuerpo, por la irrupción del pueblo en la política, y fue acaso esa filigrana revolucionaria aquello que muchas narraciones sesgadas y polarizantes sobre nuestra historia no suelen reponer cuando la escriben en los grandes mármoles.
En cierta forma, no es posible arribar a comunidades más profundamente democráticas si no se logra una reflexividad constante que elabore una y otra vez, en el presente, aquellos momentos anteriores que han virado el orden de las cosas hacia una mayor soberanía, una más fuerte autonomía, una mayor igualdad. Gabriel Di Meglio trabajó en la Facultad Libre un seminario en torno a Las grandes movilizaciones de nuestra historia, precisamente aquellas sucedidas en Mayo, como una forma de pensar recordar las potencias anidadas en nuestras huellas dispersas. Aquí les compartimos un nuevo fragmento para tentarlos a continuar con la clase completa.