El legado de Creditanstalt, el primer banco sistémico en caer
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La caída de Creditanstalt fue uno de los mayores desastres financieros vividos en Europa. El banco austriaco, que había sido fundado en 1855, fue considerado durante décadas como uno de...
mostra di piùFue fundado en Viena por la riquísima dinastía Rothschild, y se convirtió, con gran éxito, en el mayor banco del imperio austrohúngaro. Era, además, la entidad financiera de cabecera de la monarquía de los Habsburgo. Su expansión fue meteórica, y tan solo un año después de su creación, ya contaba con su primera sucursal, en Praga.
Pero la derrota de Austria-Hungría en la I Guerra Mundial, junto con su posterior disolución y la formación de la República de Austria, fue dramática para la entidad. Tuvo que vender sus filiales en Checoslovaquia y en Polonia, y su negocio internacional se vio cercenado. No le quedó más remedio que centrarse en el mercado austriaco.
Durante toda la década de los 20, se había seguido un método para afrontar las quiebras de bancos, muy numerosas tras estallar la burbuja especulativa bursátil de 1924: otras entidades absorbían las que estaban en apuros.
Cuando estalla el crack del 29, y Wall Street se hunde, el Gobierno austriaco presiona a Creditanstalt que compre Allgemeine Bodencreditanstalt, un banco rival arrinconado por la crisis, que además arrastraba la adquisición del Unionbank austriaco dos años antes. El mayor banco de Austria, y de Europa oriental, absorbiendo al segundo mayor, que en la práctica estaba quebrado.
El Gobierno austriaco, a través del Banco Nacional, hizo todo lo posible por apoyar a la nueva entidad, con una compleja red de cuentas en bancos intermediarios, y así, además, compensarle por las deudas heredadas. En vez de darle un préstamo, le cedía el dinero de forma indirecta.
La fusión fue dramática para Creditanstalt. Estaba ligando su futuro a una entidad, en la práctica, insolvente. Se convirtió en un banco debilitado por créditos tóxicos, y además apenas contaba con capital propio; una escasez de capital que hacía que cualquier pequeña pérdida pudiese causar la descapitalización total del banco. Pero los directivos conocían de sobra la situación del banco absorbido, como lo conocían todas las entidades que se habían negado a comprarlo. Pero desde ese mismo año falsearon las cuentas para mostrar beneficios que no existían.
Además, la Gran Depresión golpeó duramente a la industria, donde el banco tenía gran parte de sus inversiones. Les costaba la vida recuperar los créditos que le habían dado a las fábricas. Tras año y medio de recesión, muchos de esos créditos, directamente, se convirtieron en incobrables. Una auditoría interna reveló que tres cuartas partes del capital se había perdido.
El sistema de absorciones, que anteriormente había permitido superar las crisis bancarias, esta vez resultó inservible: no existía ya ningún banco lo suficientemente grande para adquirir Creditanstalt. Solo el Estado podía salvarlo.
La crisis se desencadenó el 11 de mayo de 1931, cuando el banco anuncia enormes pérdidas: 140 millones de chelines. Señalaba directamente a los malos resultados de las inversiones industriales, y a las deudas heredadas de la adquisición del otro gran banco austriaco. Y todo agravado por la retirada de fondos por parte de los inversores norteamericanos y británicos.
Ante la desaparición de fondos, el banco decide acudir al Gobierno, a comunicarle su intención de anunciar la bancarrota. Tras intensas negociaciones, presenta un plan de rescate: habría una recapitalización de la entidad gracias a un préstamo conjunto superior a las pérdidas estimadas.
El Creditanstalt era tan importante para la economía nacional que no se podía permitir su bancarrota. El Gobierno aportaría 100 millones, el Banco Nacional 30 millones más, y la familia Rothschild, principal accionista, otros 30 millones. El Estado también asumía las deudas de más de 700 millones que la entidad tenía con el Banco Nacional. Y aprobó una línea de crédito por valor de 150 millones más por si fuera necesario. En la práctica, era el Estado el que asumía el grueso de pérdidas, y no los accionistas.
Pese a todo, el plan no inspiró confianza alguna, y se desató una retirada masiva de fondos del Creditanstalt. Su cotización en bolsa se hundió, perdiendo en un solo día un tercio de su valor bursátil. El pánico se extendió a otras inversiones extranjeras, que se retiraron rápidamente del país.
Todo empeoró con la depreciación de la moneda nacional, cuando los ahorradores se lanzaron a vender sus chelines, para comprar monedas más seguras. En dos semanas, el Banco Nacional estaba pidiendo el cierre temporal de los bancos. En dos semanas, el Creditanstalt había tenido que entregar una quinta parte de sus depósitos.
Austria tenía un sistema financiero preparado para servir a un imperio que ya no estaba allí. El banco era demasiado grande.
Todo podía haberse resuelto un poco mejor si la colaboración internacional fuera más ágil. La negociación del Banco Nacional con sus homólogos europeos, a los que les solicitó un préstamo internacional al principio de la crisis, fue tan lenta que cuando llegaron a un acuerdo la cantidad ya era insuficiente para solucionar los problemas del sistema bancario. La cooperación era lenta, y estaba marcada por la desconfianza, con los principales gobernadores más preocupados por sus problemas domésticos que de ayudar al necesitado.
Lo corto de sus miras acabó provocando que la crisis, inevitablemente, se extendiera por toda Europa primero, y después por el resto del mundo.
En junio de 1931, con el sistema financiero alemán al borde del colapso, el banco central alemán recibió un préstamo de 100 millones de dólares, de los bancos centrales de Francia, Reino Unido y Estados Unidos. La suma resultó insuficiente para cubrir la demanda de divisas extranjeras de Alemania, y Francia bloqueó un crédito mayor ya que estaba preocupada por la unión aduanera de Alemania y Austria.
A continuación, cayó el banco alemán Danatbank, provocando una huida de capital de Alemania. Para septiembre de ese mismo, la banca alemana, incluyendo el Commerzbank y el Deutsche Bank, pasaba a estar bajo control estatal.
El contagio continuó: Reino Unido tuvo que abandonar el patrón oro después de que la huida de los inversores de la libra le costara el 20% de sus reservas. Estados Unidos tuvo que subir los tipos de interés, para defender sus propias reservas de oro, y Franklin D. Roosevelt impuso unas vacaciones bancarias y prohibió a los ciudadanos guardar oro.
Lo que empezó como una crisis de liquidez se convirtió en un problema de solvencia. Había un gran riesgo de una crisis sistémica.
El sostenimiento gubernamental del banco lo convirtió en su principal accionista; por otra parte, la entidad se convirtió en prácticamente el único banco inversor en las empresas austriacas. El reflotamiento del banco concluyó en 1934, pero con un gran coste para el Estado, que tuvo que destinar a ello enormes recursos que no pudo emplear en otras inversiones.
Después de que la Alemania nazi tomara el control de Austria, el Creditanstalt fue objeto de ataques, por motivos tanto financieros como raciales. En 1938, los nazis lanzaron al presidente del banco, judío, de un vehículo en movimiento, aunque logró sobrevivir. Y después, pidieron compensaciones económicas a la familia Rothschild por las pérdidas sufridas por Austria cuando el banco colapso. Acabó siendo controlado por Deutsche Bank.
Tras la II Guerra Mundial, el banco fue nacionalizado, y se convirtió principalmente en una entidad comercial, que tomó participaciones en importantes compañías austriacas, como Wienerberger, el mayor fabricante de ladrillos del mundo; o Steyr-Daimler-Puch, dedicada al transporte y la defensa.
No fue hasta 1997 que el Estado vendió sus acciones a Bank Austria, en una operación que concluyó en 2002, y que supuso la disolución definitiva de Creditanstalt.
La caída de Creditanstalt es un ejemplo de cómo una crisis bancaria puede afectar a una economía y propagarse a nivel mundial. La primera caída de un banco sistémico.
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Autore | elEconomista |
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