En este último capítulo, el hombre que se asemejaba a un arlequín sostuvo una conversación con el protagonista. Durante la charla, le relató cómo llegó a conocer a Kurtz y describió la relación que tenía con él. Marlow percibió que Kurtz estaba algo desequilibrado y movido por la ambición, ya que parecía obsesionado con el marfil. En cierta ocasión, el arlequín tenía en su posesión algo de marfil, y Kurtz trató de arrebatárselo. A pesar de que tenían desacuerdos ocasionales, el arlequín hablaba de Kurtz con gran admiración.
El director tuvo una conversación con Kurtz y le criticó sus métodos, pero Kurtz no estaba de acuerdo con las críticas. Finalmente, lo hicieron entrar en el barco. Marlow habló con Kurtz y quedó impresionado por su voz. Sin embargo, una noche, un grito despertó a Marlow, y descubrió a Kurtz caminando por un sendero. Marlow lo persuadió para que regresara al barco. Por la mañana, cuando estaban a punto de partir, se escucharon gritos, y los marineros estaban al borde de un motín, pero Marlow hizo sonar la sirena, lo que los hizo huir.
Marlow mantuvo conversaciones frecuentes con Kurtz, y en un momento, Kurtz le entregó unos documentos atados con un trozo de cordón, pidiéndole que no se los mostrara al director. En otro día, Kurtz se despertó pronunciando las palabras "¡horror! ¡horror!" y estas fueron sus últimas palabras. Realizaron un pequeño entierro y regresaron a la ciudad.
De vuelta, un empleado de la compañía insistió en que Marlow le entregara los documentos que Kurtz le había dado, argumentando que había firmado un contrato. Marlow se negó a entregar los documentos, pero proporcionó un informe. Más tarde, apareció un hombre que afirmaba ser primo de Kurtz, pero Marlow también se negó a cederle los documentos. A Marlow le quedaban algunas cartas, las cuales llevó a la prometida de Kurtz. A pesar de que había pasado más de un año desde la muerte de Kurtz, ella aún estaba de luto y vestía de negro. Marlow le entregó los documentos y conversaron sobre el difunto. Cuando ella le preguntó sobre las últimas palabras de Kurtz, Marlow le dijo que habían sido su propio nombre, aunque fuera una mentira.
La narración finaliza describiendo las vistas desde el barco Nellie en ese momento.

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