CUENTA REGRESIVA

Andrés Manuel López Obrador vive el invierno de su gobierno.

Herencia presidencial será la violencia imparable, la pobreza creciente, un sistema de salud en ruinas, un país dividido entre buenos y peores y una larga lista de mentiras y compromisios incumplidos.

Antes de su partida, nos habremos de “chutar” todavía 251 mañaneras, informes, arengas y peroratas y desde luego un rosario de linchamientos para sus adversarios tóxicos.
Las virtudes de Claudia Sheinbaum y los pecados de la “Señora X”ocuparán lugar primordial, así como el sonsonete de un país feliz, feliz, feliz gracias a los beneficios de las obras faraónicas; un país con menos pobres, sí, pero con más miserables.

Cierto, López Obrador llega al quinto año de gobierno con una popularidad envidiable del 58 por ciento. Aunque herede un país ruinoso, hordas de fanáticos llorarán su partida.

La popularidad de López Obrador será una maldición para su sucesora. Ni en sueños alguien podrá marcar la agenda política como solo él sabe hacerlo.

Escenario complicado también se avecina para Morena. La ausencia de un liderazgo como el del tabasqueño sumirá al movimiento en una noche oscura.

Obvio, Andrés Manuel López Obrador se va pero no se va del todo; por lo pronto anticipa que su último año de gobierno será intenso y largo; dolor de muelas para sus detractores, todo lo opuesto para sus fieles devotos.