La Ascensión del Señor, un evento central en la fe cristiana, tiene una conexión profunda con el llamado a vivir el realismo en la tierra. Marca el momento en que Jesucristo, después de su resurrección, ascendió al cielo para sentarse a la derecha de Dios Padre. Este evento no solo confirma la divinidad de Jesús, sino que también tiene importantes implicaciones para la vida de los creyentes en la tierra.Vivir el realismo en la tierra implica reconocer la presencia continua de Jesucristo en la vida cotidiana y en la historia humana, incluso después de su Ascensión al cielo.

Aunque físicamente ya no está entre nosotros, su Espíritu Santo sigue presente y activo en el mundo, guiando, fortaleciendo y consolando a sus seguidores.La Ascensión nos recuerda que nuestra fe cristiana no es una fantasía desconectada de la realidad terrenal, sino que tiene implicaciones concretas para nuestra vida diaria.

Nos desafía a vivir como discípulos auténticos de Jesús en medio de las realidades de este mundo, siendo testigos de su amor, verdad y justicia en nuestras acciones y relaciones.Al mismo tiempo, la Ascensión nos orienta hacia la esperanza del cielo, recordándonos que nuestra verdadera patria está en Dios. Esto nos impulsa a no aferrarnos excesivamente a las realidades temporales y materiales de este mundo, sino a mantener una perspectiva eterna y trascendente que nos ayude a discernir lo que realmente importa en la vida.