A la explosiva crisis migratoria en Chiapas, sume el narcodesplante espectacular de sicarios del Cártel de Sinaola, a bordo de dos docenas de vehículos todo terreno y blindados, recorriendo, sin freno, 38 kilometros de la carretera Panamericana, entre Frontera Comalapa y San Gregorio Chamic, entre aplausos, porras y vítores; apoyo popular quizá logrado a la fuerza. Le presencia de esa caravana, en una zona relativamente tranquila, es una declaración de guerra contra el Cártel Jalisco Nueva Generación en disputa por el dominio territorial para el trasiego de drogas hacia Estados Unidos. Como haya sido, la escena demuestra la penetración y el nivel de impunidad de las mafias crimninales. También en Chiapas, las mafias delictivas más poderosas del país imponen la ley del revólver; quien se oponga firma su sentencia de muerte. Contundente debió ser la respuesta de las autordades militares y civiles, sin embargo, lo único contundente ha sido el sospechoso silencio del gobernador morenista Rutilio Escandón y una tibia respuesta presidencial. Para López Obrador, la caravana de narco guerreros es vulgar campaña propagandista de los “conservadores adversarios”, que los medios de comuncicación no deberían replicar. Afortunadamente, hay pocos muertos, remata el mandamás, entre sonrisa y risa. Omite la referencia a asesinatos, extorsiones, reclutamiento forzado, y otros delitos cotidianos en esa vasta región del sur profundo, pobre y olvidado. La Iglesia Católica se persigna; pide a las comunidades fronterizas con Guatemala rogar a Dios ante un estado sitiado, fallido e ingobernable. Hay mal presagio…