Amor para toda la vida / Reflexiones cristianas
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Amor para toda la vida / Reflexiones cristianas Un niño, con gran dedicación, construyó un bote de papel. Su amor por él era tan profundo que lo llevaba a todas...
mostra di piùUn niño, con gran dedicación, construyó un bote de papel. Su amor por él era tan profundo que lo llevaba a todas partes, permitiendo que navegara en pequeños riachuelos. Sin embargo, un día su querido bote se perdió. El niño, devastado, comenzó una búsqueda incansable. Pasaron días, pero su esperanza no menguó. Finalmente, lo encontró en una tienda de antigüedades, exhibido en el mostrador. Lleno de emoción, pidió al vendedor que se lo devolviera, pero el comerciante se negó, explicando que el bote ahora tenía un precio. Sin dudarlo, el niño corrió a casa, reunió todos sus ahorros, regresó a la tienda y compró su bote. Al salir, lo miró con ternura y dijo: “Botecito, cuando te hice, te amaba, pero ahora que te compré, te amo doblemente”.Esta sencilla historia refleja la profundidad del amor de Dios por nosotros. Desde el principio, fuimos su creación, formados a su imagen y semejanza. Nos conocía antes de que estuviésemos en el vientre de nuestra madre. No obstante, como el bote que se perdió, también nos alejamos de Dios. Buscamos nuestro propio camino, atraídos por lo que el mundo nos ofrecía. En ese extravío, nos distanciamos de sus propósitos, olvidando el amor que siempre nos había guiado.Pero Dios, en su infinita misericordia, no nos abandonó. Al igual que el niño que buscaba su bote, Dios nos buscó, encontrándonos en medio de nuestra pérdida. Nos atrajo de vuelta a Él con su dulce voz, su amor inquebrantable, y su gracia. A través de la vida y sacrificio de Jesús en la cruz, pagó el precio para recuperarnos. Nos compró, no con monedas, sino con su sangre, sellando un pacto eterno de salvación y vida eterna.Este amor inmerecido, profundo y sublime, no tiene comparación. Es un amor que no depende de nuestras acciones, no fluctúa con el tiempo, y no se disipa con los desafíos de la vida. Es un amor eterno, como lo declara Jeremías 31:3: “Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia”. Este versículo encapsula la esencia de lo que Dios siente por cada uno de nosotros: un amor que no tiene fin y que siempre está dispuesto a extender su mano hacia nosotros, incluso cuando nos alejamos.La historia del niño y su bote nos recuerda que somos amados, no solo porque fuimos creados por Dios, sino porque Él nos ha redimido a través de su sacrificio. No fuimos nosotros quienes encontramos el camino de regreso a Él, sino que fue Dios quien, con amor y paciencia, nos buscó y nos rescató.Reflexión Final sobre el Amor de DiosEl amor de Dios es incomparable, eterno y perfecto. Nos amó desde el principio, pero tras habernos perdido por el pecado, su amor se manifestó aún más poderosamente al recuperarnos a través de Cristo. La esencia de este amor es la restauración, el rescate y la renovación constante de nuestra relación con Él. En el mundo, es fácil sentirse desamparado o rechazado, pero el amor de Dios es inmutable. No importa cuán lejos nos hayamos alejado, su deseo es que volvamos a sus brazos, donde siempre encontraremos refugio, perdón y una segunda oportunidad.Nuestro desafío, entonces, es recordar y vivir cada día conscientes de este amor. No dejemos que las preocupaciones temporales del mundo nos alejen de la fuente de vida y amor verdadero. Dios nos ama más allá de nuestras fallas, más allá de nuestras caídas. Que su amor nos inspire a amarle de vuelta con un corazón sincero y agradecido, sabiendo que somos su tesoro más preciado, no solo por haber sido creados, sino también por haber sido redimidos a un costo incalculable.
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