Skinamarink (2022) es el primer largometraje del director Kyle Edward Ball.

Ambientada en la casa de infancia del propio director, el filme aprovecha diversas estrategias del cine experimental del siglo XX, con autores como Maya Deren, Stan Brakaghe, o Michael Snow para construir un artefacto de tono fantastico que sumege al espectador en una experiencia de inquietud y extrañeza.


Con minimos dialogos, en ocasiones casi imperceptibles susurros. Un uso intensivo de planos cerrados que recortan el espacio fisico de la casa impidiendonos el tener una mirada clara sobre su diseño. La casa fragmentada, susurrante, los planos recortados de los niños - vemos sus pies, en pocas ocasiones sus cuerpos y rostros - recorriendo pasillos inconclusos, escaleras a oscuras. El gotico emerge de lo familiar. La pesadilla infantil del abandono, de la mosntruosidad materna y paterna, comienza a encarnarse en esos planos que nos limitan, que se adhieren a los objetos, los cuales a su vez se independizan de nuestro control.

Las explicaciones racionales desaparecen en las texturas del material, como si se tratase de una grabacion en 8mm, ambientada en los años 80 de algun mal sueño. Se respira inspiración Lyncheana.