Filemón-146 Filemón- Superando la decepción
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Filemón: Superando la decepción ¿Alguna vez te has sentido decepcionada por alguien? Sería extraño que en ningún momento hayas tenido una situación en la que una persona ha actuado contra...
mostra di più¿Alguna vez te has sentido decepcionada por alguien? Sería extraño que en ningún momento hayas tenido una situación en la que una persona ha actuado contra ti sin que tú le hayas dado motivos. Cuando nos hacen daño, suele ser difícil volver a confiar en esta persona. Pero hay situaciones en las que esta persona se arrepiente de sus acciones y cambia su conducta de tal modo que hay posibilidad de volver a intentar mantener una relación amigable. La Biblia nos enseña que si el que ha pecado contra nosotros se arrepiente y vuelve pidiendo perdón, tenemos la responsabilidad cristiana de perdonarlo. Esto requiere de parte del ofensor arrepentimiento y cambio, y de parte del ofendido, perdón y confianza para dejar la ofensa en manos de Dios.
En la carta a Filemón, Pablo expone una situación que había ocurrido hacía un tiempo y que ahora podía llegar a resolverse. Filemón era un hombre en buena posición económica que confiaba en Cristo para salvación. Tenía personas a su servicio, y suponemos que no era un patrón abusivo, sino que trataba a sus siervos como Dios quería, con respeto y consideración. Onésimo, uno de sus siervos, en algún momento en el pasado se había vuelto contra su señor, y había huido de la hacienda, dejando a Filemón de lado. Había roto un contrato, descuidado sus obligaciones y abandonado a alguien que miraba por su bienestar. Filemón, conforme a las leyes del lugar y la época, tenía derecho a castigar a este siervo y hasta mandarlo a prisión, pero Pablo escribía pidiéndole todo lo contrario.
Y es que Onésimo había huido de su casa, y Dios, en su misericordia había orquestado su situación para que se encontrara con el apóstol Pablo y el joven Timoteo. Si Filemón le había hablado de Cristo en su casa, al escaparse de ahí, Onésimo se había encontrado con otros que compartían la misma fe que su señor, y había confiado en Cristo para la salvación de su alma. Así es la gracia de nuestro Dios. Aún cuando huimos, Él nos busca para ofrecernos perdón y vida en Cristo.
Después de conocer a Cristo, Onésimo había permanecido cerca de Pablo y Timoteo, aprendiendo de la Palabra y ayudando en la obra del evangelio. Cuando Pablo escribe a Filemón, le dice que Onésimo, el que anteriormente había sido rebelde y prácticamente inútil a su servicio, ahora era otra persona, fiel y servicial.
Pablo ya estaba mayor, vivía preso en una casa, y Timoteo y otros lo ayudaban con las necesidades que pudiera tener. Y vemos por el texto que Onésimo había sido de gran ayuda, atendiendo a Pablo en tal situación. Ahora Pablo pedía a Onésimo que volviera a la casa de donde había huido para vivir en libertad, y que se sujetara de nuevo a Filemón. Onésimo debía saber que lo que había hecho no merecía la reconciliación, pero ahora tenía la oportunidad de volver con humildad al lugar de donde había salido.
Al mismo tiempo, Filemón recibe palabras bastante fuertes de Pablo, comprometiéndole a aceptar a Onésimo, no como un esclavo, sino más bien como un hermano en la fe. Ahora la relación entre Filemón y Onésimo sería diferente. Dios ya se había declarado en cuanto a este tema. Pablo, en varias de sus cartas, debido a la existencia de un sistema de esclavitud generalizada, hablaba a los amos, dando claras instrucciones de cómo debían tratar a sus siervos. A los que no conocían a Cristo, debían mostrarles el amor de Dios; a los que sí, debían tratar como a hermanos en la fe. Podemos compararlo a una situación de trabajo. Cuando el jefe y el empleado son creyentes, debería haber un trato de mutuo respeto y apreciación entre ambos, mostrando así el amor de Dios.
No sabemos cómo acabó la historia, pero sí vemos que Pablo lo dejó bien claro para Filemón. Su fe en Dios se mostraría en su reacción a la vuelta de Onésimo. Ambos debían humillarse y confiar para resolver la situación. A ninguno nos gusta hacer esto, pero para resolver conflictos interpersonales ambas cosas son necesarias; la humildad y la confianza son aspectos básicos del perdón y la restauración.
Que Dios nos ayude a actuar como cristianos verdaderos. Si hemos sido perdonados y transformados por Cristo, que se note en nuestro trato con otros.
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Autore | David y Maribel |
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